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No relajó su postura aunque el contrario presentaba un aspecto relajado. Conocía el nombre que se preciaba de usar, y mejor que la mayoría de los avezados guerreros, sabía lo caprichosos y volubles que resultaban los dioses, al menos los que había tenido la fortuna, o desdicha, de encontrar en el camino de su vida que, aunque breve, había sido intenso.

-Soy Aquiles. – Dijo simplemente, sin añadir ningún título o lista de sus hazañas; no era necesario, confiaba en su fama ampliamente extendida para sentar precedente; él era el único, el verdadero héroe más grande en la batalla de Troya, y eso sería más que suficiente.

Sonrió, relajándose un poco ante la perspectiva que se presentaba ante él; era algo diferente a lo que estaba acostumbrado: por lo general se jugaba la vida en combates a muerte, pero era un reto, y uno que no podía rechazar. -Si es un entrenamiento lo que buscas, estoy de acuerdo. Espero que hagas honor a tu nombre y a tu reputación, de modo que la batalla sea memorable, algo que pueda ser digno de recordar como un momento de gloria.

No dio signos de entender las demás implicaciones, aunque no le habían pasado desapercibidas; pero no era de los que planeaban que hacer tras un combate, pues mucho podría cambiar en el espacio de un suspiro. -Como dices no poder controlar bien tu poder todavía, te cederé el primer movimiento, para que no digas luego que no tuviste oportunidad de atacar antes de caer abatido por el filo de mi lanza. – Con aquellas palabras materializó su broncínea arma, asumiendo una posición de combate, listo para recibir lo que le mandaran.